GIOVENTÙ PERDOTA (1948, Pietro Germi) Juventud perdida
Segundo de los títulos de la filmografía de Pietro Germi, GIOVENTÙ PERDOTA (Juventud perdida, 1948), supone una apuesta en la que se entremezcla la voluntad de crónica social, el relato criminal, y una propuesta melodramática destinada al consumo del público de la época. Es indudable en este sentido la intención existente tanto por parte del realizador –y también por el magnífico equipo de guionistas- por combinar en el proyecto todos estos elementos, confluyendo en un resultado apreciable y con algunos magníficos momentos, aunque alejados tanto de la posterior precisión del cine del realizador dentro de diversos márgenes del policíaco o de diversos géneros populares dentro de la industria cinematográfica italiana de posguerra. En esta ocasión la acción de la película se inicia en la ciudad de Roma, abandonando por una vez los recurrentes marcos de miseria propios de la época, para centrarse en un contexto universitario e incluso acomodado. Aunque las imágenes del film se adentren en la narración de un atraco por parte de cuatro jóvenes, el epicentro se centra en el contexto de la familia encabezada por un veterano y bondadoso profesor universitario, cuyos dos hijos mayores son Luisa (Carla Del Poggio) y Stefeano (Jacques Sernás). Laura es una joven juiciosa pero, por el contrario, Stefano se ha convertido en un ser arrogante y carente del menor atisbo de moralidad, líder de la banda de delincuentes que ha perpetrado el asalto inicial, como consecuencia del cual ha sido asesinado un hombre.
GIUVENTÙ… se articula entre esos vértices, en un resultado en todo momento digno de interés, pese a que casi nunca logre sobreponerse a su condición de relato un tanto apresurado destinado al consumo del público de la época aunque, eso sí, muestre tanto en su planteamiento como –en segundo término- sus imágenes esa intención de radiografiar una generación que ha sobrevivido la II Guerra Mundial, a consecuencia de la cual ha visto modificada no solo su comportamiento sino, sobre todo, la visión de lo que para ellos representa su propia existencia. Será un rasgo casi vital que se manifestará de manera más lúcida en la impresión que el padre de Stefano irá intuyendo en la actitud de su hijo, y que tendrá su epicentro en la magnífica secuencia en la que este pronuncia una clase de su materia de estadística, exponiendo en ella su desencantado pensamiento sobre esa generación que se ha visto abocada al crimen a partir de ese contexto de horror del que han emergido, pese a hacerlo en un contexto más o menos acomodado. Un fragmento admirable, en el que su alcance discursivo tendrá un magnífico contrapunto al insertar en ella la actitud distraída de su propio hijo, preocupado solo en acercarse a Maria (Franca Maresa), una amiga de la infancia que siempre se ha sentido atraída por este, pero que el joven desprecia, aunque en esta ocasión intente seducirla al poseer esta una prueba que le incrimina en un robo producido en la propia universidad a la que los dos están vinculados, que finalizará con el asesinato de uno de sus vigilantes. En realidad, el ajustado metraje del film de Germi nunca deja de desprenderse de su configuración como melodramático relato policíaco –faceta en la que nunca logra demasiada altura- mientras que en esa mirada sobre la presencia del mal en contextos acomodados- aspecto que casi de forma paralela se introduciría en USA Alfred Hitchcock con ROPE (La soga, 1948)- en algunos momentos sí que atisba las posibilidades y sus mayores momentos de fuerza.
Es en el primer aspecto donde se insertará la implicación del joven comisario Marcello Mariani (Massimo Girotti) en el seno de la familia protagonista, relacionándose con Luisa mientras inicia su investigación. Todo este aspecto deviene bastante formulario –aunque de eficacia en el contexto del cine popular de la época-. Más interés tendrá sin embargo esa pintura de personajes que conforman la banda que dirige Stefano –por más que el joven Jacques Sernas ya demostrara ser un intérprete nulo-, un ser sobre el que se dirigen los aspectos más atractivos del relato. Su propia formulación como un sujeto amoral, introducido en un ser dotado de un gran atractivo físico y una inteligencia que únicamente destina a su configuración como un ser materialista, irá acompañada a una vida acomodada y disoluta, y en todo momento desprovista del más mínimo matiz de humanidad. Es ahí donde se cita el mayor atractivo de esta propuesta apreciable, que en otros instantes sabe caminar como muestra de auténtico cine. Ese interés como relato de suspense, podremos atisbarlo sobre todo en numerosos de los aspectos que rodeará la admiración no correspondida entre Maria y Stefano, y que manifestará el magnífico momento en el que la joven descubre ese mechero con iniciales que se ha dejado uno de los atracadores –y que para ella supondrá la inesperada señal de un destino trágico-, la secuencia del encuentro que mantendrán ambos en la biblioteca, o la propia que describirá la muerte de esta a las orillas del río.
Cierto es que pese a su ajustado metraje, la propia configuración de la película no impedirá la presencia de personajes y aspectos episódicos, como el de la amante de Stefano, la cantante del club e incluso sus propias e innecesarias canciones. Es verdad que ello nos permitirá asistir al mismo tiempo a una interesante descripción de ese garito en donde el malvado con aspecto de ángel tiene centrado su epicentro de comportamiento. En definitiva, GIOVENTÙ PERDUTA supone una propuesta, honesta, interesante en unos momentos e insuficientes en otros, acercando en su conjunto con honestidad la mirada lúcida e incluso dolorosa a una generación caracterizada por sus comportamientos alterados y nihilistas, a las que el cine proporcionaría muestras de mayor calado. Esa ausencia de hondura, no debe por un lado dejar de apreciar lo que ofrecen las imágenes de esta segunda obra de Germi, al tiempo que sitúan la misma como un borrador aún por perfilar, de las cualidades y la fuerza que como cineasta manifestaría el realizador en posteriores propuestas de género, en las que ese lado oscuro se insertaría con mayor pertinencia. En todo caso, es obligado destacar y apreciar en un segundo término, esa visión de una cotidianeidad que se inserta en un contexto de relativa seguridad, pero bajo la cual se extienden las grietas de una sociedad que, a pesar de su apariencia, no ha sabido superar el trauma de una guerra, que en este ámbito se desarrollará de manera más interna y quizá más aterradora que en las clases menos favorecidas.
Calificación: 2’5
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