ICE COLD IN ALEX (1958, John Lee Thompson) Fugitivos del desierto
Cada vez que tengo la ocasión de acceder a auténticas sorpresas como la que plantea ICE COLD IN ALEX (Fugitivos del desierto, 1958. John Lee Thompson), no puedo por acordarme –e indignarme-, ante una de las manifestaciones más bochornosas jamás pronunciada por François Truffaut en su etapa como crítico de la mítica Cahiers du Cinema. Aquel desprecio colectivo hacia el cine británico es un anatema que siempre acompañará el recuerdo de este poco después irregular y ocasionalmente inspirado director, que aún parece tener demasiado peso en mentes poco animadas a intentar demostrar lo que de inexacta albergaba aquella afirmación. Y es que aunque en el momento del estreno de esta película nos encontráramos ya en los inicios del Free Cinema, o Hammer Films ya diera muestras de su extraordinaria capacidad para llevar a la pantalla su visión renovadora del fantastique, lo cierto es que también se encontraba en el seno de la industria fílmica inglesa un artesanado que sabía concebir muchos, variados y por lo general estimulantes muestras de cine de género, que tan pronto fueron estrenadas, eran olvidadas y sus negativos escondidos en los cajones de sus respectivos estudios. Puede ser que esa nula autoestima –en otra ocasión habría que hablar como varios de los críticos / directores del Free ayudaron lo suyo para denigrar este tipo de producciones- propiciara que una película tan interesante como la que protagoniza estas líneas, se quedara en el limbo del olvido más absoluto. Y es una pena que ello sucediera –y me temo seguirá sucediendo por los tiempos de los tiempos-, ya que ICE COLD… supone una por momentos apasionante muestra de cine de aventuras, de supervivencia me atrevería a señalar, dentro del contexto bélico de la guerra desarrollada en terrenos orientales cercanos a Alejandría. Cierto es que en esta ocasión no encontraremos esa mirada desencantada que una década después mostrarían cineastas generalmente norteamericanos sobre temas más o menos similares –y curiosamente con actores y ámbitos similares a los existentes en esta película-, en títulos como THE FLIGHT OF THE PHOENIX (El vuelo del Fénix, 1965) o TOO LATE THE HERO (Comando en el mar de China, 1970) –ambos firmados por Robert Aldrich- o en el excelente SANDS OF THE KALAHARI (Arenas del Kalahari, 1965. Cyril Endfield). Lo cierto y verdad es que ya en el seno del cine norteamericano de décadas precedentes, se habían dado cita crónicas de supervivencia en contexto bélico, extrañas propuestas que se alejaban por completo de los cánones existentes, como THE EVE OF ST. MARK (1944, John M. Stahl). Es decir, que nos encontramos con una película que transita por derroteros poco frecuentes pero no por ello inéditos. Lo que realmente ofrece fuerza a esta película, reside en la intensidad, la garra y, al mismo tiempo, la serenidad con la que se plantea la odisea de cuatro seres humanos que han de viajar en las postrimerías de la II Guerra Mundial por el Norte de África en el interior de una ambulancia, con destino hasta Alejandría. John Lee Thompson, mucho antes de convertirse en el olvidable director oficial de los “fascipoliciales” al servicio de Charles Bronson, albergó una filmografía aún muy poco conocida, de la que tan sólo se tiene en consideración CAPE FEAR (El cabo del miedo, 1962), pero de la que me gustaría destacar el accidentado pero por momentos fascinante EYE OF THE DEVIL (1966), además de un colonial bastante aceptable como NORTH WEST FRONTIER (La India en llamas, 1959). Precisamente en dicho marco temporal se rodó ICE COLD IN ALEX, que no creo equivocarme en exceso –aun faltándome no pocos de sus títulos de esa época por contemplar- al afirmar que nos encontremos quizá con su mejor obra –por encima del señalado y excesivamente mitificado CAPE FEAR-.
Obviando cualquier alegato antimilitarista –ni, por el contrario, en pro de cualquier supuesta virtud castrense-, el film de Lee Thompson –basado en una novela de Christopher Landon, también autor del guión en colaboración con T. J. Morrison-, en realidad su duración –que en la copia visionada se mantiene íntegro, obviando la tremenda amputación que sufrió en nuestro país en el momento de su estreno-, parte de la descripción de la escueta galería de seres que nos acompañarán durante las dos tensas y al propio tiempo serenas horas de metraje. El mando de la ambulancia será el Capitán Anson (John Mills), un hombre que mantiene un enfrentamiento con uno de sus compañeros por amar a la misma mujer que este, al tiempo que se encuentra dominado por sus excesos con el alcohol. A él se unirá el Mayor Pugh (Harry Andrews) y, de forma accidental, lo harán dos jóvenes enfermeras, que han perdido su viaje en barco a causa de un bombardeo que el espectador contemplará en los primeros instantes del film. Estas son Diana (Sylvia Sins) y Denise (Diane Clare), La primera de ellas mucho más decidida que su compañera, quien a la hora de tener que acceder a la ambulancia e iniciar ese largo viaje, muy pronto comenzará a mostrar una serie de debilidades psicológicas. Será todo ello el punto de partida de una aventura –interior y exterior a partes iguales-, que se completará con la inesperada incorporación de un robusto y extraño personaje –encarnado por Anthony Quayle-, quien muy pronto se integrará en el reducido colectivo, provocando entre el resto de la tripulación la ambivalencia en torno a su personalidad, ya que por un lado demostrará un enorme valor e incluso ejercerá como interlocutor cuando se encuentren con patrullas nazis, mientras que por otro lado nunca se dejará de intuir que en su persona se encuentra un espía de dicho bando.
A partir de dichos mimbres, y ayudado por la extraordinaria fotografía en blanco y negro de Gilbert Taylor –operador de títulos como REPULSION (Repulsión, 1965. Roman Polanski) y para las nuevas generaciones, de STARS WARS (La guerra de las galaxias, 1977. George Lucas)-, ICE COLD… va desplegándose en una estructura de episodios –no muy lejana por cierto a la que muestra la excelente y tan cercana THE WAY BACK (Camino a la libertad, 2010) de Peter Weir-, en donde a la precisa definición de sus caracteres se une un admirable sentido de la progresión dramática, al tiempo que asistimos a una estructura de episodios que, de alguna manera, evita que la película oscile en ningún lado por el ámbito de una innecesaria dramatización. Es curioso señalarlo, pero los múltiples peligros y situaciones que sufren sus protagonistas –algunas de una extrema dureza-, se plantean en un contexto de desdramatización y abstracción, acentuándose esa máxima de huir de cualquier atisbo de enfrentamiento bélico –los encuentros con fuerza nazis carecen de relevancia-, mientras que en no pocas ocasiones percibimos esa extraña serenidad con la que se caracterizaban –por ejemplo- las comedias de la Ealing, que planteaban los argumentos más descabellados de la manera más cotidiana posible. Y dentro de dichas coordenadas se plantea el recorrido de esa vetusta ambulancia por las áridas tierras norteafricanas en pleno contexto bélico. No hará falta un escenario más contundente, para describir el devenir de unos personajes a los cuales esta peligrosa aventura –en la que se guardan ciertos ecos con el magnífico LE SALAIRE DE LA PEUR (El salario del miedo, 1953. Henri-George Clouzot)-, que aúna –como en los grandes exponentes de cualquier muestra del cine de aventuras-, la visión exterior e interior de los mismos.
Actuando con las mejores armas de la artesanía cinematográfica, Lee Thompson demuestra un notable grado de inspiración en esa vertiente exterior, con momentos tan magníficos como el detalle de esa mosca que aparece por el exterior de la ambulancia ametrallada por los nazis, señal inequívoca que hará pensar a Anson que Denise se encuentra dentro muerta, en el esfuerzo infrahumano que desarrollará el incorporado que posteriormente resultará ser un nazi, situándose bajo el camión sorteando sobre su robusto cuerpo casi una tonelada de peso, y logrando con ello solventar la avería generada, en las excavaciones en búsqueda inútil de agua en un pozo seco, en la tremenda secuencia en la que este se encuentra a punto de ser engullido en las arenas movedizas del desierto –quizá el fragmento más percutante del film-, a raíz de querer hacer desaparecer allí los artefactos con los que efectuaba de manera oculta sus tareas de espionaje-, o en el casi imposible fragmento final, en el que de manera sobrehumana, los cuatro tripulantes de la ambulancia lograrán casi mano a mano, elevar la misma hasta el objetivo de Alejandría. Tan solo con la confluencia de todos estos elementos, ICE COLD IN ALEX ya merecería ser reconocida con un pequeño lugar dentro de las muestras del género, pero es que además su discurrir exterior va aparejado por un lado por la reafirmación de la personalidad de ese en teoría hundido Capitán, quien mereced a la cercanía con Diana o, en fin, el aprecio que los tres tripulantes ofrecerán hacia ese espía nazi que, pese a sus actividades y a ocultar su realidad, en determinados momentos comprenderán en la debilidad –y también grandeza, apreciando el espectador el cambio de actitud manifestado por él mismo-. Unamos a ello el –como era de preveer- extraordinario trabajo de su cast –eminentes sobre todo John Mills y Harry Andrews-, y esa sensación de contemplar un relato que te va absorbiendo, en el que penetras en sus personajes, y a los que abandonas con esa extraña sensación de amistad compartida, incluso hacia ese nazi al que se despedirán con un gesto de complicidad colectiva.
Calificación: 3
4 comentarios
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En primer lugar pasame el enlace de tu blog para que pueda leer tu
comentario, y me alegra que mi acercamiento a la película te haya
motivado redescubrirlo. Se trata de una muestra más de tantos y tantos
pequeños tesoros artesanales albergados por el cine británico a través
del tiempo, y que una mirada desprejuiciada y atenta nos permite
valorar y, sobre todo, disfrutar.
Recibe un abrazo virtual desde Alicante, y espero seguir contando con
tus comentarios.
Juan Carlos
El 16/11/11, Blogia
Von Kleist -
Saludos
-
Pienso que para poder apreciar buenos títulos de realizadores medianos o
incluso mediocres, siempre antepongo la "teoría de la película" antes que la
cahierista "teoría de los autores". Sinceramente, sin desdeñar el segundo
enunciado, poner en práctica el primero de ellos me ha proporcionado no
pocos placeceres y valorizar títulos que, precísamente por estar firmados
por nombres de segunda fila, pronto fueron despachados.
Saludos,
Juan Carlos
El 17 de octubre de 2011 01:41, Blogia <
thecinema.2011101401....@email.blogia.net
teo calderón -
Tan sólo pareció ser inesperadamente visitado por la inspiración en "EL CABO DEL TERROR" (Cape Fear), la única que realmente me gusta de él.
No hablemos ya de su lamentable última etapa.