UN AMORE A ROMA (1960, Dino Risi)
El inicio de la década de los sesenta, marca de un lado uno de los momentos de mayor brillantez e intensidad en el contexto del cine mundial, al tiempo que una nueva mirada en torno a las relaciones de pareja expresadas en el cine con un sesgo hasta entonces inédito en las pantallas. En el seno del cine europeo, los intentos de un Michelangelo Antonioni –L’AVVENTURA (La aventura, 1960)- en Italia, o posteriormente Joseph Losey –EVA (1962)- en Gran Bretaña, son referentes pertinentes de esa nueva visión puesta a punto en torno a la plasmación fílmica de unas relaciones, en las que el elemento clasista tendrá tanta importancia, como por otra parte lo tendrá el hecho de intentar aportar nuevas formulaciones narrativas que se propondrán como alternativa a la tradicional. Fruto de ese afán experimentador, hay que situar UN AMORE A ROMA (1960), con la que Dino Risi abandonaba, siquiera sea puntualmente, un terreno que dominaba con notable perfección; la comedia satírica. Rodada a continuación de la estupenda y demoledora IL MATTATORE (El estafador, 1960), parece que con la película que comentamos Risi intentó ponerse en serio, en una apuesta cuyo resultado –con ser estimable-, no puede significar más que un cierto retroceso en los niveles de calidad que hasta entonces había manifestado el cineasta. En realidad, no será hasta la reconocida IL SORPASSO (La escapada, 1962), cuando en su cine se aúne la vertiente discursiva y el jugoso pasado como especialista de la comedia, inaugurando el periodo más reconocido de su filmografía.
UN AMORE A ROMA se inicia con una secuencia protagonizada por Marcello Cenni (Peter Baldwin) y una de sus conquistas –Fulvia (Elsa Martinelli)-, debatiendo ambos en torno al discutible concepto que este despliega en torno al sentimiento amoroso. Procedente de una familia acaudalada, destaca el intelectualismo y la frivolidad con la que asume las relaciones con las mujeres, sintiéndose de alguna manera superior a la cotidianeidad que le rodea. En realidad, el nudo central de la película –basado en una novela de Ercole Patti, y trasladado como guión de la mano de Ennio Flaiano, y el propio Risi, aunque no acreditado- se centra en diversas experiencias protagonizadas por el protagonista del relato, en las que quedará de manifiesto el decalage con el que este asumirá diversas relaciones con mujeres, especialmente con la desarrollada con la ingenua Anna Padoan (Mylène Demongeot), una joven dispuesta a triunfar en el espectáculo, de la cual Cenni quedará enamorado, aunque en realidad el discurrir de su planteamiento dramático nos describa dicha situación como la de una vulgar posesión. Por su parte, en Anna no se podrá encontrar la menor sutileza, ya que se trata de un ser tan vulgar como entrañable, ajeno por completo a la supuesta sofisticación de este joven de buena familia, quien no obstante sentirá algo por la muchacha, e incluso en ocasiones la ponga a prueba, llegando incluso a situar en tela de juicio la relación que mantendrá con una sofisticada joven más cercana a su ámbito socio cultural –Eleonora Curtatoni (Maria Perschy)-. En un año en el que Federico Fellini ofreció al cine europeo la que sigo considerando su obra cumbre –LA DOLCE VITA (1960)-, en cuyas imágenes se mostraba la visión estremecedora de una sociedad decadente y sombría, el conflicto que plantea el film de Risi no deja de resultar casi, casi, como algo inofensivo, por más que este venga aderezado por unas acertadas pinceladas descriptivas, en las que la fotogenia ofrecida por la vieja Roma otorgan de cierta personalidad al conjunto. Y es que en realidad, la película jamás deja de salirse de ese tierra de nadie, de ese punto medio en el que centra sus objetivos, erigiéndose como una crónica que en ningún momento logra sobrepasar un ápice a la medianía en la que está inserta desde el primero de sus fotogramas.
Esta circunstancia no nos evitará asistir a instantes más o menos satíricos sobre comportamientos propios de la Italia de aquellos años del boom económico, como los rodajes de películas de romanos –que permitirá una breve y divertida presencia de Vittorio De Sica, ejerciendo como director de uno de dichos rodajes-, o el atavismo que proporcionará esa Roma eterna, representado en esa élite eclesiástica que oficiará las exequias del padre del protagonista –caracterizado por su altanería-. Unamos a ello la presencia de una caprichosa voz en off, que en algunos momentos se encuentra presente quizá por la incapacidad del realizador de trasladar visualmente aquellos aspectos que dicha narración manifiesta, o la pertinencia de la fotografía en blanco y negro de Mario Montuori. En definitiva, dentro de su alcance apreciable, UN AMORE A ROMA supone un pequeño paso atrás en la filmografía de un cineasta que hasta entonces había demostrado su pericia en la comedia satírica, efectuando un quiebro dramático para insertarse en un nuevo contexto genérico. No será, en definitiva, más que un giro en falso, hasta que con la experiencia lograda en esta película y el bagaje mantenido en años precedentes, Dino Risi lograra apenas dos años después el mayor éxito de su carrera, combinando precisamente ambas vertientes –la satírica que había caracterizado hasta entonces su obra y la discursiva que muestra el título que comentamos-, en una medida mucho más acertada que la descrita en la presente obra.
Calificación: 2’5
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