THE RETURN OF THE PINK PANTHER (1975, Blake Edwards) El regreso de la pantera rosa
Cuando se estrenó la excelente THE PINK PANTHER (La pantera rosa, 1963. Blake Edwards), nadie se podía imaginar -aunque sí desear-, el enorme éxito popular que obtuvo. Pero, sobre todo, nadie intuyó que aquella acogida, tendría dos destinatarios principales. Uno, la elegante figura felina que protagonizaba sus títulos de crédito, dando pie a una recordada serie de dibujos animados. Y, fundamentalmente, el éxito de la película, recayó sobre todo la inefable figura del inspector Jacques Clouseau, encarnado por Peter Sellers, personaje burlesco inserto como secundario, en una comedia protagonizada por David Niven, Claudia Cardinale y Robert Wagner, dando paso a una continuación de su personaje, que se produjo ya al año siguiente, con A SHOT IN THE DARK (El nuevo caso del Inspector Clouseau, 1964. Blake Edwards) -que, aunque tenga sus férreos defensores, me parece muy inferior al referente del que depende-. Y es que, tengo que reconocerlo, admirando en gran medida la obra -irregular pero altamente estimulante- de Blake Edwards, y apreciando no obstante el talento de Peter Sellers -cómico histrión a quien, por otra parte, había que controlar férreamente-, nunca he sido un especial devoto de la figura cómica del Inspector Clouseau. Es más, en mi opinión, lo menos interesante de THE PINK PANTHER, reside precisamente en las intromisiones que dicho personaje, brinda a un elegante conjunto de comedia sofisticada. Sinceramente, donde creo que Edwards y Sellers alcanzaron una inesperada e insuperable simbiosis de sus respectivos talentos, lo brindó esa inesperada, libre e insólita obra maestra que es THE PARTY (El guateque, 1968), quizá la última obra cumbre del último periodo dorado del género, o quizá la puerta abierta a una renovación del mismo, que nunca llegó.
Sin embargo, tras el éxito de la misma, y coincidiendo con un periodo de incertidumbre y renovación en Hollywood, el cine de Edwards -y el de otros muchos cineastas- fue dando palos de ciego. Títulos que en muchos casos recibieron una hostil acogida de público y también de crítica -algo que en el segundo aspecto, el paso del tiempo ha corregido en parte en la estima de diversos comentaristas-. Hasta tal punto llegó el grado de descrédito, que tuvo que resucitar el personaje de Clouseau, filmando una serie de títulos que, al menos, sirvieron para obtener una reiterada comercialidad, que le permitió transitar su andadura profesional, hasta el éxito de público y crítica de 10 (10, la mujer perfecta, 1979). Dicha reentré, tendrá lugar con THE RETURN OF THE PINK PANTHER (El regreso de la pantera rosa, 1975).
Una breve secuencia pregenérico, que semeja considerablemente el inicio de THE PINK PANTHER, nos introduce al museo del imaginario país árabe de Lugahs, en donde un guía explica a los turistas la presencia como auténtico emblema nacional, del diamante más famoso del mundo; la pantera rosa. Ello dará paso a unos cuidados títulos de crédito de Richard Williams, siendo consciente de la importancia casi a modo de fetiche, que tenía la animación de la imaginaria pantera. Muy pronto, Edwards nos introducirá en un magnifico episodio -sin duda, de lo más resaltable del conjunto-, que describirá el robo nocturno de la joya. Para ello, y ayudado del aporte de la banda sonora de Henry Mancini, el realizador articulará su preciso manejo del formato panorámico, y el acierto en la planificación, casi a modo de musical, de un complejo asalto, con lejanos ecos del TOPKAPI (Idem, 1964) de Jules Dassin. Un robo, protagonizado por un encapuchado, que dejará en el lugar del delito, un guante que firmará el asalto con el recuerdo de “El fantasma”, y en el que no estará ausente la presencia de algún toque cómico -ese agente local, que será derribado dos veces, en la azotea del museo, debido al impacto de sendos portazos-. Como quiera que en un anterior robo, Clouseau fue el -involuntario- responsable de su recuperación, las autoridades del país solicitarán a la Sureté francesa los servicios del inspector, precisamente cuando este ha sido cesado por parte del inspector jefe Dreyfuss (Herbert Lom), harto de sus infinitas torpezas -no detectará el atraco a un banco que se produce delante de sus narices-, exteriorizando de manera creciente, una inquina personal que llega a provocarle estallidos emocionales de creciente naturaleza.
A partir de ese momento, resulta bastante sencillo percibir que en THE RETURN OF THE PINK PANTHER, se alternan dos películas de diferente gradación, por lo general sin un adecuado sentido de la armonía. Por un lado, se dará cita el seguimiento de comedia policiaca sofisticada, las andanzas de Sir Charles Litton (encarnado en la película por Christopher Plummer), en quien caen todas las sospechas del robo -el ladrón ha dejado el guante que lo señala como tal-, pero que en realidad se encuentra retirado de su delictiva ocupación, y viviendo una vida lujosa. En el ámbito opuesto, como era de prever, el servilismo e la supuesta eficacia cómica de Peter Sellers, por medio del personaje que le diera la inmortalidad cinematográfica. Para ello surgen episodios que se alternaran el seguimiento de esa débil trama policiaca, y de desigual eficacia. Funcionan bastante más, aquellos dominados por su querencia por el nonsense -esa colorida furgoneta que caerá en varias ocasiones por la piscina-, o situaciones cómicas que dominan con precisión el Slowburn -gag de efecto retardado-, como podría ejemplificarse en la divertida sucesión de elevaciones de la bombilla de la lámpara, en la habitación en la que Clouseau deambula. En este aspecto, que duda cebe, que la situación más divertida, se plantea en ese timbre que nunca deja de sonar tras tocarlo Clouseau, en la puerta de la mansión de Sir Charles. Una divertida situación cómica, que no dejará de recordarme el inolvidable gag del rollo de papel higiénico de la ya citada THE PARTY, y que nos entronca con recordadas situaciones del universo de Laurel & Hardy, e incluso los Marx Brother de DUCK SOUP (Sopa de ganso, 1933. Leo McCarey) -esa radio que no dejaba de sonar, mientras aparecen diversos Grouchos-.
Dentro de ese capítulo, no puedo dejar de señalar lo machaconas y molestas que suponen las secuencias de lucha -recuerdo que en su momento eran muy celebradas entre el público de la época-. Las peleas entre Clouseau y su criado chino Cato (Burt Kwouk), no solo no aportan nada a nivel cómico en esa fallida sinfonía de la destrucción, sino que a mi modo de ver, interfieren en la nunca controlada homogeneidad, de una película que gozó de un gran éxito de público, y en la que Edwards recuperó actores cómicos muy habituales en su cine, como los británicos Graham Stark o el avieso Peter Arne, mientras que en un papel de despistado superior de policía, contemplaremos al francés de adopción, Grègoire Aslan, reiterando siempre un rol similar ante la pantalla, pero el que siempre he sentido una especial debilidad.
Calificación: 2
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