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CINEMA DE PERRA GORDA

PANIQUE (1946, Julien Duvivier)

PANIQUE (1946, Julien Duvivier)

Dentro de una filmografía tan extensa como la del francés Julien Duvivier -unos 70 largometrajes-, expandida además desde pleno periodo silente, y hasta finales de los sesenta, resulta casi imposible apostar por la que podría ser su obra cumbre. En mi caso además, sería imposible cualquier afirmación, ya que mi conocimiento de la obra de Duvivier es escaso y fragmentado -no más de una quincena de sus realizaciones-. Y es que,  por otra parte, en el francés se da cita una circunstancia, que quizá ha impedido una mirada conjunta sobre su aportación en la pantalla; la versatilidad que demostró, al apostar por diferentes ámbitos de producción -incluyendo en ella películas rodadas en Hollywood e incluso bajo producción británica-, lo cual en sus últimos años de carrera, quizá le pasara factura, al ser incluido dentro de esas ‘viejas glorias’ que el cahierismo francés ametralló con sus comentarios, al objeto de asaltar la primacía en dicha cinematografía.

Dicho esto, y asumiendo las oscilaciones registradas por Duvivier en su larga andadura como director, he de reconocer que considero PANIQUE (1946), no solo el mejor de los títulos suyos que he contemplado hasta la fecha y, considerado en sí mismo, una obra excelente, que conecta de manera certera, con ese malestar que plasmó en la pantalla el cine francés de posguerra, una vez concluida la ocupación alemana, y que tendría sus exponentes más valiosos, en las figuras y estilos contrapuestos -curiosamente ambos, acusados de colaboracionistas con los nazis-, de Henri-George Clouzot y Sacha Guitry. Estamos ante un tipo de cine que, dentro de los modos de la metáfora social y, por lo general, utilizando los márgenes del drama psicológico y el thriller -hagamos excepción de las aportaciones del gran Guitry, tan ligadas a su mundo creativo escenográfico e historicista-, para describir historias sombrías, ligadas al momento contemporáneo de rodaje, que describían una realidad dura y áspera. Fueron, por lo general, títulos que fueron recibidos con hostilidad, y que solo con el paso del tiempo, han sido reconocidos tanto en su valía como tales propuestas, como a través de la valentía que demostraron en sus intenciones metafóricas.

Punto por punto, se cumple esto en esta adaptación de la novela de George Simenon -de la que Patrick Leconte formularía un remake con MONSIEUR HIRE (Idem, 1989)-, llevada a cabo por el propio Duvivier y Charles Spaak, que centrará su radio de acción en una gran plaza de un barrio popular de Paris donde, desde el primer momento, se respira el aroma de una forzada normalidad. Entre una ciudadanía en apariencia cotidiana, surge la figura de un hombre extraño, de suaves modales, vestido de negro, y bastante retraído al entorno que le rodea. Ello delata una extraña cultura, como si no quisiera mezclarse con un populacho, que incluso le vende carne de escasas calidades -la conversación con el carnicero-. Se trata de Mr. Hire (soberbio Michel Simon), un hombre distante, caracterizado por su pasión por la fotografía -ese inesperado zoom cuando fotografía a una niña-, que discurrirá por el marco de la película, mientras inesperadamente se descubre el cadáver de una mujer, que pronto se conocerá ha sido estrangulada. Se trataba de una persona ya de edad, soltera, que residía en la pensión establecida en la zona. Antes ya de llegar la policía, destacará la celeridad que ofrecerá el carismático Albert (Paul Bernard), a la hora de canalizar la colaboración de la ciudadanía, para facilitar la tarea de los agentes. En esos momentos, Hire se mostrará al margen del ímpetu de la muchedumbre, pero poco después no dejará de llamarle la atención la llegada de la bella Alice (fascinante Viviane Romance), a quien además tiene como vecina, en el edificio que se encuentra frente al suyo. Sin embargo, desconoce el pasado de esta, que acaba de salir de la cárcel, por haber protegido a Albert de un delito, ya que lo ama desaforadamente, viajando hasta este nuevo rincón, para con ello reanudar dicha relación, haciendo ver a los vecinos que esta se ha producido casualmente.

Muy pronto se formulará en Hire algo que romperá su habitual distanciación existencial; la pasión que ha inoculado en él Alice, lo que le llevará a prevenirla, e incluso confesarle que sabe que Albert fue el asesino, e incluso señalándole que tiene guardado el bolso de la fallecida, con los siete mil francos que esta guardaba. Es más, admite conservar una prueba irrefutable que inculparía a este del crimen. Ello suscitará, inicialmente, la desconfianza de la joven quien, en su rápido encuentro con su amante, lo someterá a prueba, intentando confirmar en ello las sospechas que Hire le ha formulado. Será algo que Albert inicialmente le hará desestimar, afianzando su ciego amor hacia él.No obstante, poco después admitirá con frialdad ser el asesino, poniendo el dinero del botín a disposición de ambos, e incluso forzando una estrategia para lograr que, sobre el veterano y enigmático hombre, se cierna la animadversión de sus vecinos y, con ello, logrando que se cierre la investigación policial, que incomoda a Albert, unido al hecho del temor que siente por esa prueba que sabe conserva Hire. Mientras tanto, este último desnudará su alma a Alice, mostrándole esa mansión oculta de su propiedad que se encuentra en una pequeña isla, e incluso relatándole su triste pasado. Nada podrá, sin embargo, eliminar la turbulencia emocional que esta mantiene en su interior, conmovida por la sensibilidad que este ha expresado ante ella, pero sin ser capaz de desligarse de un hombre dañino que, por otro lado, sabe explotar en ella sus pasiones.

PANIQUE se inicia con letra pequeña, con caminar descriptivo. Pero muy pronto enseña sus cartas mostrando el crimen que catalizará su devenir, al tiempo que, trazando los perfiles, tanto de sus protagonistas, como de esa vetusta y poco grata fauna humana que, a la larga, se erigirá como auténtico elemento motor de su conclusión. Con ello, se logrará transmitir al espectador ese clima malsano. Esos ciudadanos en apariencia sumisos, pero en realidad apáticos y descontentos, que viven y se enraciman en unas viviendas y habitaciones, en las que el moho casi parece traspasar la pantalla -muy bien descrito con la iluminación de Nicolas Hayer, y el hábil uso de la grúa por parte de Duvivier-. La película destaca en su pintura de personajes, y en una articulación dramática de creciente intensidad. Su discurrir, propone una sociedad revestida de seres mezquinos, guiados por sus espúreos intereses, en los que reina la desconfianza, pero que no dudan en aliarse, incluso de manera violenta y agresiva, cuando sienten que se socaba ese entorno putrefacto, que para todos ellos se convierte en norma de convivencia.

No cabe duda que en PANIQUE, encontramos una clara metáfora, en torno a esa muy cercana convivencia en la Francia del régimen de Vichy. Esa sensación de vivir en una sociedad presidida por la desconfianza y el resentimiento, que afilará sus uñas en torno a un hombre tan educado como distante, que aparece como blanco fácil para la demonización del diferente o, quizá de manera inconsciente, exorcizar su complejo de inferioridad, ante alguien que demuestra una distinción y un poder económico, del que ellos carecen. Sea como fuere, la película va creciendo como un perfecto artefacto de relojería, en donde la pasión y el amor, la sensibilidad y la pulsión malsana, se entrelazan de manera admirable, en un relato lleno de fuerza dramática, en el que poco a poco iremos llegando a un doble pathos, en uno de los episodios más desasosegadores del cine francés de su tiempo.

La admirable obra de Duvivier, alberga en su seno pasajes de enorme fuerza. Uno de los más memorables es, sin duda, el plano medio que encuadra a Alice en plano fijo, mientras Albert le confiesa con absoluta frialdad, haber sido del autor del asesinato, transmitiéndose en su rostro la equívoca turbulencia emocional que alberga en su interior. Pero la película está trufada de grandes instantes, como esos planos en los que Hire observa desde su ventana en la noche, adornada con una extraña y zigzagueante iluminación, al objeto de su fascinación emocional. O el primer episodio en el que se manifestará la hostilidad de su entorno hacia Hire, en medio de una pista de coches de choque. También la visita de Alice y Albert a la adivinadora, o la conmovedora e inesperada secuencia, en la que Hire le muestra a su amada esa acomodada propiedad que desea compartir con ella, y que revela el pasado de un hombre delicado y refinado.

No obstante, la catarsis de PANIQUE aparece en su magistral y doloroso tramo final, que describirá la histeria de la población, cuando caigan en la trampa que Albert les ha tendido, en una deriva destructiva que apenas podrán contener las fuerzas dl orden. Hire, humillado finalmente, no tendrá más opción que intentar huir por el tejado de una de las viviendas, en unos minutos donde la angustia y el paroxismo, se transmite al espectador, casi sin tregua posible, en medio de una coralidad embrutecida, que protagoniza una ceremonia de linchamiento, contra alguien que simplemente les resulta molesto, ante la mirada acechante de Albert, y la actitud hundida y arrepentida de Alice, siendo observador por ese inspector de policía, que sospecha que algo se oculta en el primero de ellos. La respuesta la tendrá ya, sin haber podido salvar la vida de Hire, en una conclusión que escamotea la captura del asesino, para introducir los sones de una canción que clama por la humanización del individuo. Doloroso contraste, en la película de extrema dureza en aquel tiempo y que, a ojos de nuestros días, no solo sigue manteniendo la vigencia de su mensaje sino, sobre todo, la excelencia y extrema convicción de su enunciado dramático.

Calificación: 4

1 comentario

Luis -

Una película extraordinaria con Michel Simon en estado de gracia. Hay que revisitar a Dudivier por títulos como éste, La belle equipe y El fin del dia.