Rodada en medio de un periodo de especial inspiración dentro de la trayectoria de Phil Karlson, THE BROTHERS RICO (1957) se inserta tras la excelente THE PHENIX CITY STORY (El imperio del terror, 1955) –quizá su obra más perdurable- y GUNMAN’S WALK (El salario de la violencia, 1958) –una atractiva y vibrante aportación al western-. Lo cierto es que la película que ocupa estas líneas queda descrita como una extraña mixtura entre ambos títulos, en la medida que THE PHENIX… mostraba la ruptura de la cotidianeidad de una comunidad urbana –y, en concreto, de la familia protagonista- y GUNMAN’S… incidía en el contexto de una familia conflictiva y enfrentada entre sus diferentes componentes. Sea o no casualidad –no creo que un director como Karlson, dependiente de lo que se le ofrecía, tuviera siquiera la posibilidad de establecer las líneas vectoras de su obra- más parece, por el contrario, que en su condición de asalariado de la Columbia, el estudio decidiera encomendarle –como era habitual por otra parte en todas las majors de Hollywood- aquellos encargos que podían gestarse acordes a su personalidad. En este sentido, lo cierto es que el acierto es indudable, ya que sin ser una obra que sobrepase un determinado nivel, cierto es que nos encontramos ante una propuesta que se entronca dentro de la línea que la Columbia auspiciaba dentro del noir. Es decir, títulos revestidos de un sello especial en su configuración visual, caracterizados en un menor contraste fotográfico con las aportaciones al género de otros estudios, dotados de una extraña elegancia, cierta melancolía y un fondo sonoro cuidado. Serán referentes en los que intervendría en ocasiones un cineasta como Richard Quine, pero a los que Karlson aportará de forma especial un resultado atractivo con esta adaptación de la novela del escritor francés George Simenon en su andadura norteamericana. Lo cierto y verdad es que THE BROTHERS RICO brinda al espectador esa doble lectura inserta en el buen cine policíaco, en la que una visión suplementaria proporciona un marco desencantado de esa nueva sociedad USA, que pese a su apariencia de progreso no solo puede desembarazarse de elementos atávicos, sino que quizá incluso plantea la posibilidad de que dichos aspectos, en realidad sean síntomas de una sociedad enferma, a poco que se escarbe en la superficie, cómoda y pulida, que ofrece su fachada.
La película se inicia con la personalidad que le proporciona el bellísimo tema musical de George Duning -¿Cuándo se hará justicia a la maestría que Duning brindó como compositor cinematográfico?-, envolviendo esos sencillos títulos de crédito insertados sobre una pintura sencilla y al mismo tiempo inquietante, prediciendo esa ruptura en la cotidianeidad que se planteará dentro del matrimonio Rico. Es una pareja acomodada formada por Eddie (un excelente Richard Conte) y su esposa Alice (Dianne Foster). Él es propietario de un negocio de lavanderías. Un hombre próspero que ha dejado atrás un pasado turbio como contable del oscuro Sid Kubik (magnífico Larry Gates), cabeza de una organización delictiva. La cámara de Karlson describirá con apenas pocos planos la elegante cotidianeidad de la pareja protagonista, mostrándonoslos en unos picados y anunciando ese elemento de ruptura de la vida familiar que han logrado sobrellevar como pareja. Apenas una llamada supondrá para Eddie un indeseado pero inevitable “retorno al pasado”, evidenciando en ese preciso momento la fragilidad sobre la que se sustenta ese ámbito de normalidad. Muy pronto se mostrará la situación real del matrimonio al escenificarse sus carencias afectivas, quizá centradas en la incapacidad –no se sabe por parte de quien- para tener un hijo, que van a sustituir por esa cercana adopción de un niño –Eddie prefiere un pequeño-. A partir de la llamada de Kubik esa normalidad quedará violentada, al proporcionar sin que nuestro protagonista lo sepa, una auténtica trampa mortal al contexto de esta familia de origen italiano, representada además por Gino (Paul Picerni) y Johnny (James Darren), sus dos hermanos menores, así como la madre de todos ellos (Argentina Brunetti). En realidad, lo que ofrece THE BROTHERS RICO es una mirada sobre esa sociedad enferma, beneficiada por la singularidad de su expresión en una serie de marcos geográficos que sirven para conformar esa visión de conjunto de la colectividad norteamericana. Así pues, el film de Karlson –ayudado por el soporte dramático brindado por Lewis Meltzer, Ben Perry y el no acreditado Dalton Trumbo, utilizando el referente literario de Simenon- se inicia en el lujoso contexto de Florida en el que reside el matrimonio Rico, pero la oportunidad que brinda la peripecia dramática de Eddie, nos permitirá introducirnos en diferentes marcos urbanos e incluso rurales, trazando de modo indirecto esa visión de conjunto que, a fin de cuentas, emergerá como su atractivo más notable. El drama que sufrirá un hombre reinsertado que no podrá pasar página de su pasado, al mismo tiempo permitirá que esos años vividos al margen del siniestro entorno de Sid -que casi fue alguien de su familia; la matriarca de los Rico salvó a Kubik de una muerte segura, aunque quedó herida por ello-, le han impedido apreciar la trampa que este le ha preparado.
Sin embargo, su peripecia personal que en el fondo llevará un señuelo de muerte, nos permitirá asistir a diferentes contextos, proporcionando esa mirada de diversidad antes señalada. Será un recorrido que permitirá por un lado la expresión del contexto acomodado ofrecido por las dependencias de Kubik en New York, la impostada amabilidad brindada a Eddie cuando le solicita que encuentre a su desaparecido hermano menor –del que en realidad teme que decida colaborar con la justicia, actuando como testigo de sus actuaciones delictivas, de las que incluso participó en una ocasión-, mientras que en una habitación contigua no deja de propiciar la tortura del hermano de Gino, el hermano de ambos. La acción pronto nos trasladará al marco en donde reside la madre y abuela del protagonista. Un típico hogar situado en un guetto newyorkinoo de resonancias italianas, en donde junto a la imaginería religiosa y cierto ambiente decadente, convivirá la presencia de esa moderna nevera o la televisión que permitirá que la muy anciana abuela consuele su mente totalmente ida, contemplando esas imágenes para ella carentes de sentido –la pantalla proyecta una película de marcianos-. Siguiendo el señuelo que en el último momento le proporciona su madre, Eddie viajará hasta una lejana localidad de California cercana a la frontera de México, para lograr dar con la pista de Johnny. El desplazamiento nos permitirá asistir a otro marco rural, pero al mismo tiempo esa trayectoria será seguida muy de cerca por los esbirros de Kubik. Mientras tanto, Eddie dejará de lado la situación a la que se enfrenta su esposa –el día de su marcha tenían que acudir al orfanato para que les concedieran ese niño tan deseado-, implicándose cada vez más en esa búsqueda, que logrará su fruto al reencontrarse con Johnny, sin que él sepa que ello supondrá su sentencia de muerte.
Llegados a este punto, la película asumirá un tinte más trágico, con episodios de tremendo dramatismo, como el que en el hotel –a su regreso del encuentro con Johnny-, permitirá descubrir a Eddie el hecho de que él mismo ha brindado la muerte a este, mientras los dos esbirros que han propiciado esta situación –uno de ellos al mismo tiempo dueño del hotel- asuman con filosofía tal situación. La plasmación del dramatismo de la situación será magnífica, posibilitando quizá los instantes más valiosos del film. Tras el aviso de Eddie a su hermano por teléfono, la cámara encuadrará a Johnny en un doloroso primer plano, asumiendo la inevitable cercanía de su muerte –pese a las insuficiencias dramáticas de James Darren-. Karlson romperá ese instante casi irrespirable, asando a un plano general dispuesto en el exterior nocturno de la casa campestre donde este residía, lugar donde será ejecutado –sin que se muestre el crimen-.
Como antes señalaba, esa variedad de marcos y contextos en los que se desarrollará la acción, esa vocación viajera que por necesidad de su guión preside THE BROTHERS RICO, será quizá la circunstancia que proporcionará a su resultado su cualidad más destacable. Ello no impide que la película no posea esa particular manera de expresar la violencia característica de Karlson, como demostrará el instante de la tortura de Gino, el ya citado episodio que concluirá con la ejecución de Johnny, en la manera con la que Eddie se desembarazará en el aseo de un aeropuerto del esbirro de Kubik que tenía que escoltarlo hasta New York, o el episodio que se desarrollará en la vivienda de la madre de los Rico, en donde el dirigente criminal y sus lugarteniente morirán por los disparos de Eddie. Unamos a ello el gusto por un diseño de producción que potencia el uso de la escenografía de interiores –el especial significado que alcanza en sus secuencias la recurrencia a fotografías que inciden en la importancia de los lazos familiares-, que tendrán en la conclusión del film un rasgo esperanzador en la existencia del pequeño hijo del asesinado Johnny, como heredero de la familia.
Pese a su innegable interés, al ritmo y la cadencia de sus imágenes, cierto es que THE BROTHERS RICO no llega a apurar las posibilidades que –entre líneas- esgrimen sus propuestas y, sobre todo, desliza ese desenlace tan apresurado como, en sus últimos planos, convencional. Es una pequeña rémora, pero en modo alguno podemos concluir con ello que no nos encontremos ante un título atractivo, digno de figurar en ese periodo tan valioso para un cineasta digno de ser rememorado.
Calificación: 3