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CINEMA DE PERRA GORDA

THE LEATHER BOYS (1963, Sidney J. Furie) [Los chicos de cuero]

THE LEATHER BOYS (1963, Sidney J. Furie) [Los chicos de cuero]

Pese a la reconsideración que afortunadamente se viene marcando con el paso del tiempo, creo con sinceridad que aún no se ha realizado –al menos entre la crítica española- un estudio que valore en su conjunto la importancia y al mismo tiempo las semejanzas que generaron ese conjunto de films que surgieron al amparo del denominado free cinema inglés. Más allá de que supusiera el florecimiento de dos realizadores a mi juicio de gran nivel como fueron Karel Reisz y Tony Richardson, una generación de grandes intérpretes –algunos de los cuales siguen ejerciendo con intachable prestigio-, creo que esta nueva corriente cinematográfica tuvo en Inglaterra –al socaire de los “nuevos cines” europeos- un ascendente sobre todo literario. Sin que ello suponga restar mérito alguno a los artífices de buena parte de sus títulos más prestigiosos, creo que es evidente que dramaturgos como Allan Sillitoe, John Braine, John Osborne, Shelagh Delaney y algunos otros, contribuyeron a establecer un nuevo marco en el que predominaban los exteriores lúgubres e industriales del país –algo que por otra parte había estado ya presente en época precedentes del cine británico-, personajes grises, alienados y frustrados, una enorme capacidad descriptiva y, fundamentalmente, utilizar resortes de lo que se habrá que considerar como una de las grandes virtudes del cine británico en toda su historia; la existencia de ese “realismo” que siempre ha acompañado –de forma más o menos rigurosa, más o menos escorada en el humor o hacia otros géneros-, el devenir de la plasmación fílmica de un país por la que siempre he tenido una enorme debilidad –y me alegra ver como cada día hay más aficionados que muestran esa admiración, cuando años atrás parecía que no “estaba bien visto” hablar bien del cine inglés-.

Dicho esto, insisto en el hecho de apreciar que siguen existiendo numerosos títulos inmersos en esta corriente –y quizá en el cine británico de los años 60 en general- que apenas son conocidos... y eso es lo peor que le puede pasar a una película que atesore cualidades; el no ser vista. Nunca me hartaré de apelar a la necesidad de ir redescubriendo la que es una de las obras cumbres del “free cinema” –curiosamente realizada por su intérprete más carismático y años después, cuando la corriente ya se encontraba abandonada; me estoy refiriendo a CHARLIE BUBBLES (1968, Albert Finney)-. Pero al mismo tiempo de este ejemplo concreto –que creo resulta casi insultante-, el paso del tiempo nos ofrece en ocasiones el disfrute de títulos apenas conocidos en nuestro ámbito, y que si que si bien pueden parecer miméticos en función de las obras más relevantes del movimiento, no es menos cierto que una vez contemplados revelan unas considerables cualidades que les hacen merecedores de estar ubicados a la altura de varios de sus exponentes más populares y consensuadas.

Este es, bajo mi punto de vista, el ejemplo que nos brinda THE LEATHER BOYS (1963, Sidney J. Furie) –jamás estrenada en España aunque emitida en pase televisivo con el título literal de LOS CHICOS DE CUERO-. Se trata, que duda cabe, de una pequeña película que bebe considerablemente –mas adelante volveremos a este aspecto- de otros títulos de especial significación en aquellos intensos años del cine inglés, pero lo cierto es que, con voz callada, esta película de la trayectoria inicial del canadiense Sidney J. Furie –poco tiempo antes de su enorme éxito con THE IPCRESS FILE (Ipcress, 1965) y de sobrellevar finalmente una trayectoria en constante y progresivo declive que llega hasta nuestros días-, logra ofrecer una historia sencilla, basada en una novela obra del propio guionista del film –Gillian Freeman-, en la que destaca evidentemente la introducción de esa extraña relación entre los tres personajes protagonistas donde se incorporan claros apuntes homosexuales y que tienen su prolongación en el mundo de los “bikers” que ejecutaban pandillas juveniles en aquellos años. Y es en este aspecto concreto, donde hay que destacar la enorme diferencia que se ofrece en esta película con mitificadas y vetustas propuestas precedentes –una de las más significativas sería la mediocre THE WILD ONE (¡Salvaje!, 1954. Lazslo Benedek)-.

Pero más allá de ello resalta en THE LEATHER BOYS una cuidada descripción de personajes centrada en el trío que protagoniza sus imágenes. Estos son especialmente Reggie (Colin Campbell), un atractivo y joven mecánico caracterizado por su inmadurez y honestidad, que practica en su tiempo libre la compañía de otros bikers. Reggie es novio de Dot (Rita Tushigham) y muy pronto se casa con ella, siendo ambos muy cortos en edades. Ella es una mujer bastante ociosa y estrafalaria que muy pronto deja entrever su escasa preparación a la hora de afrontar una relación sellada con el matrimonio. Es en ese proceso en el que las discusiones y enfrentamientos entre los dos jóvenes esposos serán algo prematuramente habitual, donde aparecerá la figura de Pete (Dudley Sutton). Pete es un extraño joven caracterizado por su extraña sensibilidad y capacidad de reflexión, que muy pronto estrechará sus relaciones con el desorientado Reggie, hasta formar ambos una profunda amistad. Ambos incluso llegarán a vivir y dormir juntos en casa de la abuela del joven marido cuando esta se queda viuda, y para Dot la presencia de Pete siempre será un impedimento a la hora de plantearse un retorno con su esposo. Su amigo es una persona enormemente influyente en Reggie y llega a persuadirle para que incida en la práctica de la afición a las motos, participando en nuevas carreras, alentándole a que utilice un uniforme completo de cuero y aconsejándole abiertamente en contra de retornar con su esposa. Evidentemente, este comportamiento obedece tanto a una sincera actitud de sabiduría psicológica de Pete –evidentemente es un hombre experimentado-, como al secreto deseo homosexual que mantiene hacia Reggie y que el joven solo en contados instantes acierta a intuir.

Es en esta circunstancia donde se encuentra uno de los mejores aciertos de THE LEATHER BOYS, y este no es otro que saber en todo momento mantener la ambigüedad a la hora de trazar sus personajes protagonistas. Es esa dualidad la que permite que conozcamos a todos ellos en sus virtudes y defectos y que nos permita encariñarnos con Dot pese a resultar en muchos momentos una joven de características más que ordinarias –se tiñe el pelo con un rubio estridente-, ya que en el último tercio del film observamos el cariño que siente por Reggie. Por su parte en su esposo se pueden achacar sus condicionamientos machistas –los rasgos que pide que cumpla Dot para que se convierta en una buena esposa son indudablemente reaccionarios-, pero no es menos cierto que en su propia inmadurez se adivina una honestidad que incluso inconscientemente le lleva a ser admirado por ese nuevo amigo que lo envuelve en todo momento. Finalmente, esa ambigüedad tiene otro importante exponente en el personaje de Pete, que intenta por todos medios dejar en un segundo lado su homosexualidad latente por mantener una amistad en la que cree y de la que está convencido va a ayudar a ese joven desorientado con el que vive y comparte la vida cotidiana.

Ni que decir tiene que esa ambigüedad puede tener a años vista su mayor interés superficial en el tratamiento de esa homosexualidad que late en la relación de Pete y Reggie, pero creo que el conjunto de la película caracteriza por una descripción de los tres principales personajes en la que se revelan cualidades y debilidades que confluyen en el logro de una entrañable credibilidad en todos ellos, por más que los momentos finales de la película –realmente magníficos- resulten innegablemente descorazonadores y frustrantes para todos ellos. La cámara de Furie se muestra realmente inspirada en la película, basando su narrativa en un excelente aprovechamiento del formato panorámico que se extiende a la planificación de largos planos con leves movimientos de cámara centrados en la evolución de los actores dentro del encuadre –a este respecto es reveladora la secuencia en la que vemos acostarse en la misma cama a Pete y Reggie-. Sorprendentemente viniendo de la mano de quien poco después haría gala de un hoy día anticuado rebuscamiento formal –la mencionada IPCRESS-, THE LEATHER BOYS destaca por una realización pausada, caracterizada en el aprovechamiento de las secuencias por medio de una cámara discreta que se deja en todo momento que sean sus personajes los que vivan dentro del encuadre y nos transmitan sus inquietudes y la progresiva sensación de frustración que emana de sus vidas grises y sueños frustrados a todos los niveles. Para ello hay que destacar –como era habitual en el cine británico de la época, la magnífica fotografía de Gerald Gibbs y la brillante sintonía musical que ofrece Bill McGuffie y que tiene como eje central un melancólico tema que será reiterado en cuatro ocasiones a lo largo del film, en sendas escenas en las que tendrá un especial protagonismo una sensación de nostalgia por un amor que se pierde.

Será precisamente en el –maravilloso- plano final, donde ese tema musical tendrá un mayor protagonismo, envolviendo la emotiva despedida de Reggie –que ha visto frustrado todos sus sueños al ver como su esposa le es infiel cuando decide retornar a vivir con ella- de ese amigo al que no deja de admirar como tal, pero del que comprende que vive en un mundo y una condición –su homosexualidad-  que él no comparte. Ese largo plano con reencuadre en que los dos amigos se alejan en un triste puente londinense, es sin duda un brillante colofón para una película a la que quizá solo cabría achacar algunos momentos en los que las carreras de motos tienen especial protagonismo –especialmente la que efectúan a Edimburgo-.

Antes señalaba las influencias que THE LEATHER BOYS mantiene con otros célebres títulos británicos de la época. Sin ser muy audaces cabe señalar A TASTE OF HONEY (Un sabor a miel, 1962. Tony Richardson), THE SERVANT (El sirviente, 1963. Joseph Losey), BILLY LIAR (Billy el embustero, 1962. John Schlesinger) y algunos otros. Pese a esa influencia -¿a qué a nadie se le ocurre objetar cuando una película de cine negro se parece a otro éxito precedente?-, nos encontramos con una película emotiva, brillante, y por momentos magnífica, en la que es imposible dejar de resaltar la labor de un reparto que no parece interpretar, sino ser ellos mismos sus propios personajes. Y entre ellos me gustaría destacar la labor del joven e inseguro Reggie, que interpretó un Colin Campbell que, sorprendentemente, no tuvo continuidad en el cine inglés de aquellos tiempos. Su trabajo es realmente un prodigio de espontaneidad y sensibilidad, dentro de una película que merece sinceramente salir de su inmerecido anonimato.

Calificación: 3’5

3 comentarios

TheMalteseFalcon -

Hola! no tenes el link para descargar está película? Hace mucho que quiero verla

Fede -

el resumen de la pelicula es excelente, muero de ganas por verla

steve -

Ah, con razón este film aparece en el videoclip del tema "girlfriend in a coma" de los Smiths, dada la ambigüedad de su líder, Morrisey